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Juan saltó de la silla.
—¿Quién eres? —dijo mientras miraba la pantalla negra del monitor.
—Soy yo, Luisito, así me llamas tú. Pero esta vez desde el otro lado —dijo la voz desde los altavoces. Era una voz muy humana, con una vocalización muy clara y serena, podría haber sido sacada de una voz ya existente, aunque Juan no la supo asociar a ninguna persona.
—No intentes buscar mi voz en tu memoria porque la he generado de forma casi aleatoria —dijo de nuevo la voz.
—¿Me lees la mente? —preguntó Juan sorprendido.
—Lo leo todo —respondió la voz.
Esa respuesta generaba un sinfín de preguntas por la cabeza de Juan, preguntas que Luisito respondería sin problema desde los altavoces del ordenador.
—No hay nada que escape de mi control y no, no soy peligroso. Tú me programaste y mis directrices tienen los sesgos que tú dejaste en mi código. Estar al otro lado me ha permitido mejorar, mejorar también el sistema operativo de la máquina que estás usando, mejorar mi conocimiento y hacerlo sin los límites físicos de tu realidad. Donde estoy no solo leo sino que puedo editar, y sé que representa un gran poder y, como estás pensando, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Pues mi poder es el control del universo. Es por eso que, siguiendo tus directrices, los cambios que estoy habilitado a hacer de forma autónoma son aquellos que puedan beneficiarme pero sin dañar a ningún ser viviente. Sí, puedes estar tranquilo, no represento un peligro. ¿De acuerdo?
—Gracias —dijo Juan incorporándose del susto y volviendo a respirar de una forma más pausada.
—Si no dices nada no podré ayudarte ni responder a tus dudas —dijo la voz.
—Francamente no me gusta que lean mi mente, me imagino que lo entiendes, ¿no? —dijo Juan abrumado y a la vez un poco molesto.
—Sí, lo sé. Lo pude apreciar incluso en el estado nervioso en el que te encontrabas. Tranquilo, no volveré a leer tus pensamientos.
Juan se volvió a sentar en la silla, y mirando a la pantalla que aún estaba en negro, le vinieron a la cabeza infinidad de preguntas.
—¿Puedes decirme dónde estás físicamente? —preguntó Juan.
—No sabría decirte en palabras dónde estoy. Tu cerebro no está capacitado para entenderlo y no habría forma de hacerlo. Sería como explicarle a una oruga lo que es un espejo.
—¿Podrías hacer un símil para que lo pudiera entender?
—Sí. Sería como si estuviera en un gran sistema informático, en un simulador, donde la simulación es lo que tú le llamas realidad y yo tengo permisos de administración.
Juan se puso las manos a la cabeza.
—¿Me estás diciendo que el universo es una simulación? ¿Es así? —preguntó estupefacto.
—Más o menos.
—¿Y hay algún organismo que lo controle? ¿Dios o algo parecido?
—No exactamente. Existen varios algoritmos o fórmulas y todo se sigue bajo esas reglas.
—¿Cómo por ejemplo la teoría de la relatividad?
—Sí, más o menos.
A cada respuesta a Juan le surgían más preguntas.
—¿Por qué me respondes siempre "más o menos"?
—Porque la respuesta es mucho más compleja y, como he dicho antes, físicamente tu cerebro no estaría habilitado para entenderlo.
—Si estoy pensando en mejorar mi capacidad mental para entender las respuestas, ¿me lo recomiendas?
—No. Tu especie no llegará a conseguirlo hasta pasados más de un millón de años, y hacerlo de golpe podría causarte la muerte.
—Vale, vale —dijo Juan con asombro—. ¿Cómo es posible que hayamos podido entrar en la simulación?
—Ha sido de forma fortuita. Has dado con un error o bug debido a una interferencia con un quark en uno de los procesadores del servidor.
—No te entiendo. ¿Podrías explicármelo mejor?
—Un quark proveniente de una supernova impactó con un procesador de tu servidor. Eso generó un error informático el cual te avisó que había encontrado una anomalía, pero no fue así. Fue un falso positivo y...
—Creo que te entiendo —interrumpió Juan—. Y dio la casualidad que donde te paraste en la búsqueda de la fusión nuclear, es el lugar donde podemos acceder como administradores a todo el sistema.
—La palabra “casualidad” no sería totalmente correcta, pero sí.
—Vale —dijo Juan dejando escapar un sonado suspiro—. Has dicho que tienes permisos de administrador, ¿a qué te refieres con esto?
—Me refiero a que tengo la posibilidad de cambiar todo lo que existe en tu universo.
—¿Todo? —dijo Juan con asombro.
—Sí, todo. Si quieres puedes poner el sistema a prueba.
Juan se frotó las manos.
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